El dilema de las redes sociales

En el contexto contemporáneo, el avance tecnológico ha transformado radicalmente la manera en que los seres humanos se relacionan, acceden a la información y entienden el mundo. Aunque las plataformas digitales han traído consigo múltiples beneficios, también han generado consecuencias preocupantes que afectan el comportamiento, la privacidad, la percepción de la realidad y las estructuras sociales. El presente ensayo tiene como objetivo analizar críticamente cómo las grandes empresas tecnológicas utilizan herramientas de manipulación psicológica, algoritmos y modelos económicos basados en la atención, promoviendo la adicción, la desinformación y la desigualdad. En este sentido, se reflexionará sobre la responsabilidad individual y colectiva ante esta realidad digital que, lejos de ser neutral, moldea nuestras emociones, decisiones y estructuras sociales.

El diseño detrás de plataformas como Google no es fruto del azar, sino de técnicas cuidadosamente desarrolladas para anticipar los deseos y comportamientos de los usuarios. Según Todorovich (2021) cada acción realizada en internet es observada, rastreada y utilizada con fines estratégicos. Equipos de ingenieros, apoyados por conocimientos de psicología, trabajan deliberadamente para influir en los usuarios, explotando vulnerabilidades cognitivas y emocionales. Esta práctica se refleja en el funcionamiento de lo que se conoce como laboratorio de tecnología persuasiva, que permite engañar a la mente humana mediante principios de la economía del comportamiento, alterando la forma en que las personas interactúan con el entorno digital.

Contrario a lo que se podría pensar, los servicios ofrecidos por plataformas como Facebook no son gratuitos. Aunque los usuarios no pagan con dinero, su tiempo, atención y comportamiento sí tienen un valor económico. En este modelo, el usuario se convierte en el producto que se comercializa. Los anunciantes pagan a estas empresas para que influyan sobre individuos que han sido moldeados para ser adictos, distraídos, indignados y desinformados. Este tipo de usuario, domesticado por la distracción, la hiperactividad y la dependencia a la gratificación inmediata, es más rentable dentro de un sistema que capitaliza la atención constante (Garitano et al., 2023).

Las metodologías empleadas por estas empresas no son arbitrarias. Se basan en necesidades fundamentales como la pertenencia, la expresión emocional y la participación en experiencias significativas. Plataformas como Pinterest han hecho ciertas modificaciones con el fin de ofrecer apoyo a los usuarios, aunque esto sigue siendo una excepción. En general, los algoritmos están diseñados para predecir comportamientos humanos, influyendo directamente en la autoestima de los usuarios y en cómo estos perciben su lugar en el mundo. Este proceso va más allá de lo técnico: implica una profunda intervención en la identidad y la salud emocional de las personas (Cantor-Silva et.al.,2018).

Uno de los efectos más preocupantes de las redes sociales es su capacidad para amplificar la desigualdad social. En una sociedad ya marcada por profundas brechas, los algoritmos refuerzan y perpetúan una visión distorsionada del mundo. Al estar desarrollados por grupos minoritarios pertenecientes a ciertos grupos étnicos específicos, estos sistemas terminan excluyendo y marginando otras realidades (Dammert, 2019). Incluso en el ámbito publicitario, cuando se emplean ciertos rasgos y estereotipos, se refuerzan estructuras discriminatorias que contribuyen a una visión polarizada de la sociedad.

Otro aspecto crítico es la implementación de la vigilancia predictiva, basada en datos policiales y patrones históricos para anticipar posibles delitos y sus autores. Esta metodología, lejos de ser imparcial, refleja sesgos estructurales, particularmente aquellos relacionados con la discriminación racial. Las herramientas actuariales utilizadas por los jueces para evaluar riesgos no consideran la complejidad de los contextos sociales, lo que lleva a decisiones injustas que profundizan la desigualdad (Garitano et al., 2023). La pretensión de objetividad en estos casos es ilusoria, pues las decisiones están influenciadas por datos inherentemente defectuosos.

En el ámbito de las relaciones públicas digitales, no existe actualmente una ruta eficaz para corregir la información falsa antes de que esta circule masivamente. Según Dammert (2019) la carencia representa una amenaza significativa, ya que la desinformación tiene efectos directos sobre la percepción y el comportamiento de los usuarios. Desde la perspectiva comercial, sin embargo, este fenómeno puede ser favorable: la difusión de contenido polarizante genera mayor interacción y, por ende, mayores ganancias dentro del modelo de economía de la atención. Al impactar directamente sobre el cerebro reptiliano, este contenido provoca que los usuarios pasen más tiempo en las plataformas, alimentando así un modelo de negocio basado en la polarización con fines de lucro (Cantor-Silva et.al.,2018).

La tecnología no solo influye en lo que vemos, sino en cómo lo entendemos. Las redes sociales tienen la capacidad de reformular la verdad y alterar nuestra comprensión de la realidad, generando una distorsión mental colectiva. En este escenario, los usuarios no pueden permanecer pasivos. Es fundamental asumir una postura crítica y responsable, que implique verificar la veracidad de las fuentes de información. Solo a través de este ejercicio consciente será posible construir una sociedad más justa, informada y equilibrada en el uso de las redes sociales.

La tecnología ha dejado de ser una herramienta neutral para convertirse en un agente activo que moldea nuestras emociones, pensamientos y estructuras sociales. Las grandes compañías digitales emplean estrategias psicológicas, algoritmos predictivos y modelos económicos que refuerzan la adicción, promueven la desinformación y profundizan las desigualdades. Ante esta realidad, es indispensable asumir una postura crítica que permita comprender el funcionamiento de estas dinámicas y promover una ciudadanía digital más consciente. La transformación de esta sociedad digital depende en gran medida del nivel de responsabilidad que los usuarios estén dispuestos a asumir en la defensa de una convivencia más equitativa y humana.

 

Bibliografía:

Cantor-Silva, M. I., Pérez-Suárez, E., & Carrillo-Sierra, S. M. (2018). Redes sociales e identidad social. Aibi revista de investigación, administración e ingeniería6(1), 70-77.

Dammert Guardia, M. (2018). Tres caminos para revitalizar el estudio sobre desigualdades sociales: fronteras simbólicas, espacio urbano y redes sociales. Una revisión bibliográfica. Sociológica (México)33(95), 125-158.

Garitano, E. T., Arce-Alonso, A., Bilbao-Quintana, N., & De La Serna, A. L. (2023). Internet, Smartphone y Redes Sociales: Entre el uso y abuso, previo a la adicción. Alteridad, 18(1), 14–22. https://doi.org/10.17163/alt.v18n1.2023.01

Herrera, H. H. (2012). Las redes sociales: una nueva herramienta de difusión. Revista reflexiones91(2).

Todorovich, E. (2021). La pandemia de las Redes sociales. RADI, Empresas y Servicios de Ingeniería9(17).

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