Con mi corazón en Yambo documental


Con mi corazón en Yambo: La historia de la desaparición forzada de los hermanos Restrepo en Ecuador

La desaparición forzada de los hermanos Santiago y Andrés Restrepo Arismendi es uno de los episodios más dolorosos y emblemáticos de la violación de derechos humanos en Ecuador. Ocurrida el 8 de enero de 1988, durante el gobierno de León Febres Cordero, esta tragedia marcó para siempre a la familia Restrepo y reveló las prácticas sistemáticas de represión, tortura y desapariciones ejecutadas desde las instituciones del Estado. El documental Con mi corazón en Yambo, dirigido por su hermana mayor, María Fernanda Restrepo, recoge la voz de su familia y narra más de dos décadas de lucha por la verdad, la justicia y la memoria.

El Ecuador de los años ochenta vivía tiempos convulsos. El mandato de León Febres Cordero (1984-1988) se caracterizó por un marcado autoritarismo, fuerte control sobre la disidencia y represión sistemática de los movimientos sociales, especialmente aquellos que reclamaban derechos laborales o simpatizaban con ideologías de izquierda. En ese clima político, las fuerzas policiales y militares operaban con amplios márgenes de impunidad, recurriendo a detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas como herramientas de control social. Se criminalizaba a la juventud y se perseguía ferozmente a grupos insurgentes como “Alfaro Vive Carajo”, bajo la lógica de que cualquier sospechoso de disidencia podía convertirse en enemigo del Estado.

Fue en ese contexto que, el viernes 8 de enero de 1988, Santiago, de 17 años, y Andrés, de 14, salieron de su casa en Miravalle, un barrio quiteño de clase media alta, alrededor de las nueve y media de la mañana. Conducían un vehículo Trooper propiedad de sus padres y se dirigían al aeropuerto para encontrarse con unos amigos. Nunca llegaron. Al caer la tarde, sin noticias de los jóvenes, sus padres —Pedro Restrepo y Luz Helena Arismendi, colombianos residentes en Ecuador hacía veinte años— pensaron inicialmente que sus hijos habrían sido detenidos por no portar licencia de conducir. Sin embargo, las respuestas oficiales no fueron más que evasivas y contradictorias. Alguien llamó anónimamente para decir que estaban detenidos en el Centro de Detención Provisional, pero allí negaron tenerlos. El general Miguel Arellano confirmó a la familia que los adolescentes estaban siendo investigados por la policía, pero esta versión también fue rechazada posteriormente por la institución. La incertidumbre y la desesperación crecían con cada hora que pasaba.

En las semanas siguientes, varias organizaciones, como la Cruz Roja, la Defensa Civil y los Boy Scouts, buscaron sin éxito en quebradas cercanas a Quito, presumiendo un accidente de tránsito. La hipótesis se desmoronó cuando, 43 días después, el Trooper apareció desvalijado y arrojado en una quebrada, lo que evidenciaba una manipulación deliberada. La investigación quedó en manos de la subteniente Doris Morán, quien, durante diez meses, alimentó falsas esperanzas a los padres asegurando que los jóvenes estaban vivos. Pidió paciencia y silencio y llegó incluso a cobrarles dinero, por lo cual más tarde fue procesada por cohecho y finalmente condenada como cómplice de la desaparición.

Con la llegada a la presidencia de Rodrigo Borja, en agosto de 1988, la familia alimentó nuevas esperanzas. Durante la ceremonia de transmisión de mando, el presidente colombiano Virgilio Barco expresó su preocupación a Borja por la desaparición de los hermanos Restrepo, a lo que el nuevo mandatario respondió asegurando que el asunto estaba en manos de su ministro de Gobierno, Andrés Vallejo. Sin embargo, las promesas de atención inmediata no se materializaron. Solo un año y medio después, se constituyó una Comisión Nacional de Investigación, tras una audiencia tardía entre Vallejo y la familia Restrepo. Mientras tanto, el gobierno colombiano había enviado a Ecuador a funcionarios de su Departamento Administrativo de Seguridad para investigar el caso. Sus conclusiones fueron claras: la policía ecuatoriana era responsable de la detención, tortura y desaparición de los hermanos. La respuesta de la policía ecuatoriana llegó dos años y medio después en forma de un informe absurdo que alegaba que los jóvenes habían tenido un accidente y que sus cuerpos habían sido devorados por la fauna de una quebrada. La indignación ciudadana frente a este informe obligó al presidente Borja a actuar y finalmente, en julio de 1990, decretó la conformación de una Comisión Internacional para esclarecer el caso.

Esta comisión estuvo compuesta por expertos nacionales e internacionales, entre ellos representantes de la ONU y la Conferencia Episcopal, así como miembros de la familia Restrepo. En agosto de 1991, se produjo un giro fundamental cuando el exagente de policía Hugo España reveló la verdad sobre lo ocurrido. Según su testimonio, el día de la desaparición los hermanos fueron detenidos y llevados a las dependencias del Servicio de Investigación Criminal, donde fueron torturados y asesinados. España describió cómo, la noche del 12 de enero, él y otros agentes trasladaron los cuerpos hasta la laguna de Yambo, los colocaron en bolsas lastradas con piedras y los arrojaron al agua. Aunque los restos nunca fueron encontrados, su confesión permitió confirmar lo que la familia siempre sospechó: los hermanos habían sido víctimas de la violencia estatal.

Con estas revelaciones, la justicia ecuatoriana finalmente avanzó. Después de largos años de investigación, el 16 de noviembre de 1994, la Corte Suprema de Justicia emitió su fallo. Los agentes Guillermo Llerena y Víctor Badillo fueron sentenciados como autores materiales a dieciséis años de prisión. El coronel Trajano Barrionuevo, el teniente Juan Sosa y la subteniente Doris Morán fueron condenados a ocho años como cómplices. El general Gilberto Molina y Hugo España fueron sentenciados a dos años por encubrimiento. Aunque la familia Restrepo consideró las penas insuficientes, la Sala Penal de la Corte ratificó la sentencia en 1995, convirtiéndola en definitiva e inapelable.

En 1998, el Estado ecuatoriano reconoció su responsabilidad en la desaparición forzada de los hermanos y acordó indemnizar a la familia. Sin embargo, para entonces, el daño ya era irreparable. El caso se convirtió en un símbolo de la violencia estatal, de la impunidad y de la necesidad de preservar la memoria histórica para evitar que se repitan estas atrocidades.

Décadas más tarde, María Fernanda Restrepo decidió contar la historia de su familia a través del documental Con mi corazón en Yambo. Esta obra reconstruye los hechos desde una perspectiva íntima, con la fuerza de una hija y hermana que nunca dejó de buscar la verdad. A través de testimonios, imágenes de archivo, entrevistas y escenas simbólicas, la película denuncia la brutalidad del Estado y la impunidad, pero también rinde homenaje a la memoria de Santiago y Andrés y a la incansable lucha de su familia. El título del documental hace referencia al lago donde se presume que fueron arrojados los cuerpos, convertido en símbolo del silencio, del dolor y de la búsqueda sin fin.

El caso de los hermanos Restrepo sigue siendo un hito en la memoria colectiva del Ecuador. En él confluyen la brutalidad de un régimen represivo, la complicidad de las instituciones, la indiferencia inicial de los gobiernos, la dignidad de una familia que nunca se rindió y la necesidad de mantener viva la memoria histórica. Es también un recordatorio de que la lucha por la verdad y la justicia, aunque larga y dolorosa, es imprescindible para garantizar que nunca más se repitan los horrores del pasado.

La desaparición forzada de Santiago y Andrés ocurrió en un contexto de autoritarismo y represión donde las instituciones del Estado operaban como verdugos de los derechos humanos. La violencia ejercida por las fuerzas de seguridad no fue un hecho aislado, sino parte de una estrategia deliberada para silenciar y eliminar a quienes eran percibidos como una amenaza al orden establecido. En ese sentido, el crimen de los hermanos Restrepo es también el crimen de un Estado que olvidó su obligación de proteger a sus ciudadanos.

El documental no solo reconstruye los hechos con rigor, sino que humaniza a las víctimas y da voz al sufrimiento de los que quedaron atrás. En su mirada, la historia se convierte en denuncia, memoria y resistencia. Más de tres décadas después, los cuerpos de Santiago y Andrés aún no han sido encontrados, recordando a todos que la búsqueda de justicia y de verdad sigue inconclusa. Sin embargo, su memoria sigue viva, no solo en el corazón de su familia, sino también en la conciencia colectiva de un país que aprendió, con dolor, el costo de la impunidad.

La historia de los hermanos Restrepo nos interpela todavía hoy. Nos recuerda la fragilidad de las instituciones cuando sucumben a la violencia y la represión, pero también la fuerza de quienes, pese al dolor y la ausencia, se levantan para exigir justicia. Con mi corazón en Yambo no es solo un testimonio familiar, sino un acto de resistencia frente al olvido, un homenaje a la dignidad y un llamado a nunca más permitir que los crímenes de Estado queden impunes. En la memoria de Santiago y Andrés descansa también la esperanza de un Ecuador más justo y humano.

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